Las aventuras del Capitán Chinaski
Capítulo 7
El egoísmo de los cobardes
El Sr. Nelson se empeñó en poner rumbo sudeste con los botes incluso antes de que se levantara la niebla. Decía que no necesitaba ver para saber dónde dirigirse. Lo vi alejarse veloz en la tiniebla, de pié en la proa del bote, mientras los muchachos remaban como caballos de guerra hacia la batalla.
Otro día, y su noche, y otro día más de febril desesperación y ayuno.
A la segunda noche de su partida, dormité inquieto entre pesadillas. Y voces que debían venir de las profundidades del océano me atormentaron hasta el amanecer. Después, durante algún tiempo debí dormir de agotamiento y con los primeros rayos de luz me despertó un olor a sal que hacía mucho no percibía.
Me levanté atrochado, tropezando con mis propias botas y salí a cubierta deseando encontrarme con la brisa que había traído el olor a salitre. Pero ni ápice de viento encontré en aquella mañana idéntica a las demás.
Pero el casco de La Pena Negra estaba empezando a emitir leves gruñidos. Apenas se notaba un ligero bamboleo casi imperceptible. Pero sí, nos balanceábamos tímidamente sobre un mar de plata que ahora parecía distinto a otros días.
Entonces, por primera vez en mi vida, vi nacer el milagro. Vi en lontananza puntos blancos que supe olas acercándose a nosotros. Cada vez más cerca se percibieron las ondas de cristal roto que trepaban sobre la superficie rompiendo el espejo sobre el que habíamos estado postrados tantos días.
Y todo se sucedió mágicamente. El aroma del mar, el oleaje súbito, la brisa helada cubriendo mi sudor y por último, un golpe de viento estrellándose contra las velas que hicieron rugir el palo mayor provocando que La Pena Negra se inclinase vertiginosamente de babor a estribor.
Los hombres, fueron apareciendo como fantasmas alborotados en cubierta. Les ordené prestarse a sus puestos y poner rumbo sudeste. Necesitaba un trago. Bajé al camarote dando por cumplidas mis órdenes. Cuando subí a cubierta, vi que navegábamos a gran velocidad en la dirección del sol. Corrí hasta el timonel y lo maldije ordenándole cambiar el rumbo.
-Nadie va a dar la vuelta a la nave, Capitán. –Me dijo sacando de su cinturón una daga y agarrándose con fuerza al timón. Continuó hablándome con desdén diciéndome que debíamos aprovechar el viento mientras durase para intentar llegar a la isla de La Calavera Blanca.
-¡Y Nelson y sus muchachos! -Protesté
-¡Ni siquiera sabemos si viven!
-¡Vira el barco inmediatamente! -Le ordené a voz en grito
-¡Nunca! Cavaríamos nuestra propia tumba si lo hiciese. -Contestó amenazándome con el cuchillo.
Entonces supe lo que había de hacer. Me acerqué sin expresión directamente hacia su mirada. Acerqué mi mano a la suya con determinación y la desnudé despacio del arma sin que él opusiera resistencia alguna. Entonces, mientras miraba hipnotizado mis ojos mudos, sin adivinar mis intenciones, con un movimiento rápido e invisible, le incrusté el cuchillo en la garganta. Hice fuerza de su cabeza hacia mí, hundiendo más si cabe la hoja. Agarré su sucio y grasiento pelo, ayudándolo así a sostenerse en pie y vi asomar la hoja por su nuca mientras agonizaba entre mis brazos escupiendo sangre en cada expiración. Lo vi morir y lo dejé escurrirse lentamente hasta mis pies, y quedó inerte, postrado sobre un charco de sangre, balanceándose de igual modo que el casco del barco.
Algunos hombres miraban desde la distancia. Silenciosos, con el miedo reflejado en sus rostros de hombres de sal.
Yo mismo cambié de rumbo y ordené al veterano Tello Silente nuevo timonel. El resto de los hombres volvieron sigilosos a sus puestos y yo mantuve la mirada puesta en el horizonte desde la proa maldiciendo el tiempo perdido y el egoísmo de los cobardes.
El egoísmo de los cobardes
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- Publicado:
- el sábado, 27 de septiembre de 2008
- Categoría:
- Las aventuras del Capitán Chinaski
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27 de septiembre de 2008, 8:31
Vaya...menos mal que se lo sacó de encima, supongo que la desesperación era mas grande que cualquier intento de diálogo, asi que chau! a otra cosa Capitán, aqui, HAY QUE RESOLVER...todo sea por acercarse a esas olas.
Espero que que Tello sea buen timonel.
Una prgeunta Capitán, la guitarra quien la toca??? puedo sentir los dedos entre acorde y acorde...:) - 27 de septiembre de 2008, 8:40
- 27 de septiembre de 2008, 13:24
- 27 de septiembre de 2008, 13:34
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- 27 de septiembre de 2008, 14:01
- 27 de septiembre de 2008, 16:32
- 27 de septiembre de 2008, 17:40
- 27 de septiembre de 2008, 18:04
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27 de septiembre de 2008, 21:04
Capitán... 13 días después del agónico silencio nos regalas la visión de acciones y decisiones contundentes... Lo que se juega no es sólo la vida material sino lo más profundo del ánimo humano donde el Uno y el Otro existimos... como en el poema de Octavio Paz...
Cada vez siento más ansia por llegar a donde se hace el nudo con el Mal presagio...
Gracias, un beso. - 28 de septiembre de 2008, 3:50
- 28 de septiembre de 2008, 18:13
- 28 de septiembre de 2008, 21:53
- 29 de septiembre de 2008, 0:11
- 29 de septiembre de 2008, 14:55
- 29 de septiembre de 2008, 21:46
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1 de octubre de 2008, 23:57
Tiempo perdido... nunca podre decir esto leyendote, en cuanto al egoismo de los cobardes es mejor no darles pie, rescatar el valor cuando es arrebatado, como poco puede ser toda una odisea, como mucho...una tragedia anunciada. Volver por cubierta es encontrarse inmerso en un sin fin de buenas palabras que transporta mi imaginacion a perspectivas que a veces llego a olvidar.
Abrazzzusss... - 2 de octubre de 2008, 8:11
- 3 de octubre de 2008, 14:38
- 10 de octubre de 2008, 11:20
20 pergaminos: